Este 2018 se cumplen 15 años del lanzamiento del álbum de estudio “Lágrimas Negras”, del pianista Bebo Valdés y el cantante flamenco Diego el Cigala, una de las obras musicales más importantes de la primera década de este siglo. Algunos lo evocamos con dolor, otros con respeto y otros más con una nostalgia inagotable. ¡Gracias Diego y Bebo por esta delicia musical!
Atiborrada en un automóvil pequeño, rumbo a un hotel de la ciudad de Oaxaca, mi primo Jorge y yo reíamos sin control, así como ríen los cínicos y los desquiciados. Yo tenía 10 años y él 12. El motivo de nuestro regocijo era una canción: “Me voy de tu vera”, decía. Pero nosotros pensamos que decía “me voy de tubera”, literalmente, me voy a bailar en un tubo. Nosotros, almas pueriles, todavía sabíamos reírnos. Y mis padres, almas tocadas por el mezcal oaxaqueño, se unieron. Ese preciso momento es uno de los pocos que recuerdo con lucidez innegable. Y esa canción marcaría el inicio de mi afición por uno de los más grandes cedés de este siglo: Lágrimas Negras (ganador del premio Grammy en el 2004 en la categoría de Mejor Álbum Tropical Tradicional) del pianista cubano Bebo Valdez y del cantaor flamenco y gitano Diego el Cigala, que este año celebra sus XV.
Sin chambelanes ni coreografía, sino con el puro placer de voltear a ver el legado cultural, musical, artístico y nostálgico que ya forjaron ambos artistas desde donde estén, y que habremos de evocar toda la vida.
Son nueve canciones rompedoras, en todos los sentidos. Una selección que se convierte, sin más, en un tributo a todas las formas que tiene el amor para manifestarse y/o escabullirse para siempre: «Inolvidable», «Veinte años», «Lágrimas negras», «Nieblas de riachuelo», «Corazón loco», «Se me olvidó que te olvidé», «Vete de mí», «La bien pagá», «Eu sei que vou te amar». Todas ellas son, además de una inevitable resignificación de boleros, baladas y cantos latinos populares y clásicos, testimonios personalísimos, pero universales, de lo que significan el amor y el desamor en estos tiempos violentos.
Incluso, el crítico musical Ben Ratliff, del rotativo, The New York Times (NYT) clasificó al álbum como el mejor del año 2003, pues es “uno de los mejores nuevos documentos de ‘polinización cruzada’ de la música latina”. En el mismo diario, el escritor Josh Kun en el artículo “Defendiendo el palpitar antiguo de Flamenco”, sentencia: ”Lágrimas Negras no es tradicional ni tradicionalmente tropical. De hecho, es un nuevo híbrido. Una canción cubana clásica como ‘Vete de Mi’ de Bola de Nieve, que tiene su segunda naturaleza de las hábiles manos de 85 años del Sr. Valdés se convierte en territorio inexplorado para el Sr. Salazar (Diego), de 36 años, que trata boleros suaves y dolosos sobre pérdida penetrante y amor inolvidable como si siempre fueran parte del repertorio flamenco que aprendió en las calles de Madrid”.
Y es cierto, cualquiera de esas nueve canciones tiene el poder de recordarnos a algún amor (o desamor). Así pasó conmigo: nadie pensaría que a una niña podría apreciar un álbum “para grandes” y esa es, precisamente, la magia de “Lágrimas Negras”, su poder redentor y sus cimientos eclécticos. Porque logró reunir boleros, sones cubanos, canciones flamencas, el piano más amable, literatura y poesía.
En nombre de los amorosos, gracias Diego y Bebo por esta obra de arte monumental. Y en nombre personal, gracias por regalarme «Se me olvidó que te olvidé», «Vete de mí» y «Eu sei que vou te amar», tres piezas fundamentales en mi vida sentimental, que me hacen pensar en todo a la vez: en la cara de mi padre; en mis tíos reunidos en una mesa un domingo en Puebla cantando, conteniendo las lágrimas; en mis primas recordando, en un chat de WhatsApp, los tiempos mejores, en los que nuestros padres repetían el cedé en loop infinito; en mi último compañero de vida y en mis amigos de la universidad en alguna covacha oscura pensando en nuestro futuro incierto.
Porque hasta el día de hoy, este verso: “Yo, que ya he luchando contra toda la maldad /Tengo las manos tan desechas de apretar / Que ni te pueden sujetar/ Vete de mi…/ Seré en tu vida lo mejor/ De la neblina del ayer / Cuando me llegues a olvidar/ Como es mejor el verso aquel / Que no podemos recordar”, me sigue haciendo llorar (negro).