En lo que se refiere a la elección presidencial, las etapas del proceso electoral 2017-2018 están concluidas. El 8 de agosto pasado, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación entregó la constancia de mayoría a Andrés Manuel López Obrador, con lo cual adquirió la categoría de presidente electo.
Desde ese día, e incluso antes, ha mantenido una presencia pública avasalladora, utilizando sus habilidades para orientar la agenda mediática.
Me resistiré, sin embargo, a abordar algunos de los temas recientes porque aún hay muchos que analizar del periodo electoral. En esta entrega quiero referirme al perfil de los votantes de cada candidatura. Las personalidades de los contendientes eran claramente distintas, lo cual, intuitivamente, podría llevar a pensar que recibirían el apoyo contundente de quienes parecían su electorado natural.
Por ejemplo, ¿José Antonio Meade fue apoyado por los sectores más educados? ¿Ricardo Anaya recibió los votos de los jóvenes? ¿Andrés Manuel López Obrador obtuvo el apoyo mayoritario de adultos mayores o de los sectores con menos ingresos?
Para medirlo, partimos del supuesto de que la votación se distribuye normalmente en todos los sectores poblacionales; es decir, si Anaya obtuvo el 22 por ciento de los votos, habría obtenido también ese porcentaje entre hombres, mujeres, jóvenes, adultos, personas con mayor o menor educación y distintos niveles de ingreso. En caso de que no sea así, y se encuentren diferencias superiores a 3% -parámetro arbitrario elegido para hacerlo coincidir con el margen de error de la mayoría de las encuestas- se considerará como un acento de ese sector a favor o en contra del candidato en cuestión.
Iniciemos con Andrés Manuel López Obrador. La intuición llevaba a algunos a pensar que lo apoyarían las personas con menos educación, menos ingresos y de mayor edad. En realidad, el perfil de sus votantes se compone por hombres, de 26 a 35 años, con estudios universitarios o más, e ingresos superiores a 15 mil pesos. Lo opuesto a lo esperado. El error al dibujar el perfil de sus electores llevó a sus adversarios a producir materiales disuasivos centrados en el calificativo “chairo”, que definía a una persona poco educada, de escasos recursos, con pocos argumentos e información. Esta disonancia hizo contraproducente la descalificación y llevó a que el término, al parecer, se encuentre en camino de resignificación. Es notable que los grupos poblacionales que votaron menos por López Obrador fueron las mujeres, las personas con menos escolaridad (que estudiaron hasta primaria) y los que perciben menos ingresos (785 pesos al mes, o menos).
En el caso de Ricardo Anaya, la distribución de sus votos es bastante homogénea en todos los sectores. Solamente se separan de la distribución normal los jóvenes de 18 a 25 años y las personas que perciben entre 4 mil 552 y 15 mil 170 pesos. En ambos casos, recibió menos apoyo de ellos, que del resto. Este es un dato notable, ya que su campaña se orientó a entusiasmar a los jóvenes, a los profesionistas y a la clase media. No tuvo éxito suficiente en ninguno de ellos.
Por su parte, los sectores que aportaron más votos a José Antonio Meade fueron las personas de 56 años o más, las que tienen menos escolaridad (que no estudiaron o lo hicieron hasta primaria), y aquéllos que perciben menos ingresos (que ganan 785 pesos o menos). Los sectores de los que recibió menos votos fueron: los jóvenes, de 18 a 35 años, las personas con más escolaridad (preparatoria, universidad o más), y quienes perciben más ingresos. Seguramente la intuición nos llevaría a pensar que los votantes de Meade serían los opuestos. Es muy notable, por ejemplo, que entre quienes no cursaron ningún año de estudios obtuvo casi el doble del porcentaje de votos que respecto a la población en general. Lo mismo en el sector que percibe menos ingresos. Esta información hubiera sido útil a sus voceros para que dirigieran sus mensajes con mayor precisión.
En el caso de El Bronco, es interesante notar que obtuvo la mayor diferencia favorable entre los jóvenes de 18 a 25 años, y estuvo cerca de disputarle el segundo lugar a Anaya. Es decir, logró establecer una comunicación persuasiva más eficaz.
Seguramente, los equipos de campaña evaluarán si se dirigieron a sectores o nichos prioritarios con los mensajes correctos. O si, llevados por la intuición, calcularon que ya contaban con apoyos que no lo eran.
El perfil de los votantes es, desde mi punto de vista, otro dato contraintuitivo de la elección pasada. En la próxima entrega, seguiremos explorando errores que surgen cuando la decisión se basa en la intuición y no en la investigación.