No hay duda, que lo expresado y ofrecido desde su campaña, por el hoy Presidente electo de México, ha dado mucho material para comentar, discutir, escribir, criticar. Sin embargo, hoy en funciones anticipadas y con ideas más específicas sobre cómo transformará el país, resulta preocupante que algunas, en especial, las que se refieren al sur-sureste de nuestra república, no deriven realmente en beneficio de los habitantes de esa región. De que transformarán económica, social y ambientalmente los lugares involucrados, no hay duda, pero ¿será ésta una transformación positiva? ¿ayudarán efectivamente a combatir la pobreza y rezago en que se encuentran esas poblaciones?
En diferentes foros, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), ha expresado su preocupación, por la pobreza en que vive la mayoría de la gente de estados como Oaxaca, Chiapas, Guerrero, Tabasco y Michoacán. En cierto momento de su campaña y estando por esas latitudes, afirmó: “Ahora va a haber un presidente del sureste”, “habrá un presidente choco-jarocho después de 60 años”, para sacar al sureste del abandono. En diferentes ocasiones ha externado, que se dará preferencia a los pobres; se cuidarán los recursos naturales; la riqueza de la nación y los frutos del trabajo de los mexicanos se distribuirán con justicia; y nunca más se permitirá que los privilegios de pocos se sustenten en la opresión, la inseguridad y la miseria de millones de mexicanos. Es más, el pasado 3 de julio, AMLO declaró que se invertirán alrededor de 500 mil millones de pesos para programas prioritarios de su gobierno, y dentro de ellos, sobresalen los proyectos destinados a la región sur-sureste del país con el objetivo de ayudar a sus habitantes.
Al analizar esos proyectos bajo un enfoque de desarrollo sustentable, donde la prioridad es el abatimiento de la pobreza, surge la duda sobre si efectivamente esas acciones mejorarán la vida de esas poblaciones o solo será, como siempre, la mejora de cierto sector y no precisamente oriundo de dichas regiones, y aún peor, pareciera podrían resultar en detrimento de esas mismas comunidades que se pretende apoyar.
Me refiero en particular a los proyectos que se llevarán a cabo en el Istmo de Tehuantepec para unir los países de Asia con la costa este de Estados Unidos; al Tren Maya, ferrocarril rápido que enlazará Cancún con Palenque, pasando por Tulum, Calakmul y otras estaciones; a las refinerías en Ciudad del Carmen y en Dos Bocas, entre otras iniciativas que a diario salen en la página oficial de AMLO (https://lopezobrador.org.mx/).
Todos estos planes suenan muy interesantes y atractivos, bajo el esquema que van a generar numerosos empleos durante y después de su ejecución, en ello parece no haber duda. Sin embargo, recordando que el “desarrollo es un proceso” que debe integrar las dimensiones: social, económica y ambiental, para lograr una mejor calidad de vida de los habitantes de cierto espacio, y se debe visualizar su bienestar a largo plazo (50 años, como mínimo) con objeto de salvar obstáculos posibles y conservar el ambiente para las futuras generaciones, pareciera que en estos casos, no estamos hablando de un auténtico desarrollo sustentable.
Siendo así, estimado lector, realicemos un pequeño ejercicio de escenarios para los diversos proyectos planteados, con el objetivo de imaginar para quién serán los beneficios y para quién los perjuicios de su ejecución.
De acuerdo a lo expresado por López Obrador y su gabinete, casi todos los proyectos planteados deben estar en operación en su sexenio, por lo tanto, seguramente iniciarán con su construcción casi de inmediato, es decir, no habrá tiempo de preparación interna. Desde luego, su diseño y financiamiento es prioritario. Se ha anunciado que para este tipo de proyectos, se invitará a la iniciativa privada a invertir, por lo que se constituye en un primer actor beneficiado por las utilidades que generen dichos proyectos, ya sea nacional o extranjero. Dada la tecnología que se requiere para un tren moderno, un puerto marítimo o una refinería de primera, mucho, del diseño, fabricación, montaje, construcción y mantenimiento, por no decir todo, estará en manos de compañías extranjeras, siendo otro sector, seguramente con grandes ganancias. Desde luego, se va a requerir de personal para las faenas pesadas y operativas, teniendo la oportunidad, gente nativa de los sitios involucrados y de otras regiones del país para trabajar temporalmente. Dado el nivel educativo de indígenas y gente originaria de los lugares donde se ubicarán los proyectos, sus aspiraciones de buenos puestos no serán muchas. Pudiera esperarse que haya una migración de personas del centro y norte del país. Imaginemos que el tren ya funciona, van y vienen miles de turistas por todo el recorrido, con la necesidad de hoteles, restaurantes, transporte urbano, agua, energías, etc. La refinería empieza a producir, lo que traerá consigo una enorme movilidad, interna y externa, de la región de Dos Bocas, que seguramente implicará cierta urbanización e infraestructura en los alrededores. Algo parecido sucederá a los puertos en el Istmo. En otras palabras, estos proyectos demandarán urbanización e infraestructura de las zonas, que contribuyan a satisfacer las exigencias de las diferentes actividades generadas y para las cuales Palenque, Dos Bocas, Salina Cruz, entre otras poblaciones, no están preparadas, trayendo como consecuencia la llegada de empresas y gente de otros lugares, con la consecuente elevación del costo de la vida para los habitantes, contaminación de todo tipo; destrucción de su hábitat natural y más. No olvidar que otro beneficiado es el propio gobierno, al aumentar sus arcas con la diversidad de impuestos que se originen.
De aquí surge mi reflexión: ¿Realmente serán de utilidad estos proyectos para las comunidades de esos lugares? ¿ayudarán a la población, sobre todo indígena del sur-sureste de nuestro país, a salir de la pobreza o solo serán usados como medio para mejorar a otros?. Me resisto a creerlo, pero ejemplos hay muchos en el país, donde, por no tener una visión integral, a largo plazo y un verdadero interés por beneficiar a los ciudadanos, las comunidades reciben un impacto mucho más negativo que positivo, viéndose desplazada y dañada en todos aspectos, aumentando la pobreza e inseguridad. Hasta ahora, y por los comentarios vertidos por el próximo gabinete incluyendo a AMLO, me atrevo a decir que muchas acciones planteadas son de una visión a 6 años, donde el interés es dar trabajo inmediato y temporal a la gente, sin pensar en su futuro. Por lo que, como dice el refrán: ¡mejor no me ayudes, compadre!
Finalmente, no estoy en contra de todos estos planes, pero considero que para las circunstancias en que se encuentra el sur del país (población de bajos recursos, poca preparación académica, región de valiosos recursos naturales, conflictos por la propiedad de la tierra, costumbres y creencias arraigadas), sería mejor y de manera inmediata, plantear negocios ecosistémicos, en donde los habitantes puedan intervenir y actuar de manera directa y recibir la mayoría de los beneficios en pro de una mejora en su calidad de vida.
A la par, como lo señala E. F. Schumacher, para combatir la pobreza de raíz, es necesario inculcar a la gente disciplina, organizarlos de la mejor manera posible e impartirles una educación integral que les permita salir adelante y estar preparada para enfrentar retos como el Tren Maya o la construcción de una gran refinería. Sin lugar a dudas, es un proceso a largo plazo, que bien llevado daría grandes resultados. ¿Cuántas pequeñas poblaciones hay en la Unión Europea y otros países, que viven de sus recursos naturales, sin mayor problema?. Hasta la próxima.