Mirando al mundo, parecería que la violencia, el caos y el miedo están dominando al orden, la democracia y la razón.
Existen razones reales para sentirnos ansiosos, los ideales e instituciones democráticos están bajo ataque, los líderes autoritarios se fortalecen, las manifestaciones surgen por todas partes y la inconformidad por abusos de las elites parecería estarnos llevando hacia regímenes autoritarios populistas.
Sin importar el nivel de desarrollo de los Estados, la ira popular se derrama sobre la escena política. La narrativa popular es muy clara, se trata de justicia.
En casi todos los movimientos populares actuales existe una conciencia creciente de que los líderes gubernamentales, en alianza con élites económicas y sociales, no están trabajando para la gente; y de que el sistema es manipulado por unos cuantos, para su propio beneficio, a costa del resto de la población.
Esto nos plantea dos preguntas básicas: ¿Hay algo fundamentalmente equivocado en la democracia? y ¿En qué medida las democracias siguen siendo la forma más funcional de gobierno (o al menos a excepción de todos los demás, como dijo Churchill)? Preguntas que se vuelven aún más interesantes dados los recientes avances en el liberalismo y la consolidación del poder en China y Rusia, los dos estados autoritarios más grandes y poderosos.
La respuesta estructural a largo plazo apunta en una dirección brumosa. Durante los últimos doscientos años, los sistemas políticos del mundo, en general, se han vuelto más representativos. Los ciudadanos se tornaron más importantes para sus Estados y conforme iban contribuyendo al sistema económico, se iban incorporando a él. Surgió una clase media global, principalmente debido a la democracia y al libre mercado.
Lo que vemos ahora, es la inconformidad, cada vez mayor, de ciudadanos que, cada vez más, se sienten menos relevantes para el sistema. Las causas son varias: reducción del comercio internacional, transformación económica, gobiernos corruptos, cambios relacionados con el trabajo- automatización-, cambios en la tecnología que resta poder a los individuos, otorgándolo a corporaciones y gobiernos.
¿Cuál es la situación de algunos países ante estos acontecimientos?
China, hace una década enfrentó protestas masivas a pesar de un extraordinario crecimiento económico, en gran parte debido a demandas por una mayor rendición de cuentas, combate a la corrupción y más libertades políticas. Hoy enfrenta una situación distinta gracias al esfuerzo concertado y bien financiado por el gobierno chino por mantener un crecimiento continuo, una campaña anticorrupción que también centralizó el poder y el cambio del gasto en defensa hacia la seguridad interna, aunado a la sensación de que las democracias de libre mercado se están debilitando y no ofrecen un modelo exitoso. Considerando el control que el gobierno chino tiene sobre los medios, los datos y la vigilancia ciudadana, la agitación civil se torna en un complicado costo-beneficio para el ciudadano chino promedio.
Estados Unidos que bajo Donald Trump se vuelve cada vez más dividido e impredecible, presenta una gran apatía política que se refleja en tasas de votación bajas y en una menor cultura de protesta, con instituciones capturadas por intereses especiales, que se rehúsan a perder sus privilegios, es así que las protestas masivas tienden a ser específicas. Esto podría cambiar el próximo año con una potencial crisis constitucional, altos precios en alimentos y energía, refugiados, terrorismo y otros problemas que podrían llevarles a generar disturbios civiles.
Los gobiernos europeos son más vulnerables a estos movimientos civiles en todos los frentes mencionados anteriormente a los que habría que sumar las altas expectativas en Seguridad Social que sus gobiernos electos no pueden seguir brindando. El panorama no es alentador. Pero entre las democracias del mundo, Europa también tiene un marco de gobernanza no democrático bastante sólido y resistente.
Chile. Uno de los países más estables de América Latina: rico, con instituciones políticas fuertes y Estado de Derecho. El cerillo que provocó el incendio fue un aumento del 3% en las tarifas del metro; convirtiéndose rápidamente en un descontento social generalizado que se acrecentó por la decisión del presidente Sebastian Piñera de desplegar a los militares, movimiento particularmente controvertido en un país que experimentó una dictadura militar de 17 años. Las protestas continuaron a pesar del retiró al alza de tarifas, el anuncio de un paquete de medidas de $1.2 mil millones de dólares, que incluye pensiones más altas, precios de medicamentos más bajos, un salario mínimo garantizado, la estabilización de los costos de electricidad y pidiendo la renuncia de su gabinete. Pero con un conjunto de demandas difusas y sin un liderazgo claro, es poco probable que se apacigüe a los manifestantes. Incluso si las protestas disminuyen en los próximos meses, este es un punto de inflexión para un país que ha tenido tres décadas de estabilidad política y crecimiento económico. A largo plazo, el descontento apunta a riesgos electorales, aumentando la competitividad de candidatos con plataformas radicales en las elecciones de 2021, en línea con otros países de América Latina.
Ecuador. Las principales protestas lideradas por grupos indígenas, sindicatos de transporte y aliados de izquierda del expresidente Rafael Correa, disminuyeron después de que el presidente Lenin Moreno revirtió un decreto extremadamente impopular en el que eliminó los subsidios al combustible. La dinámica social sigue siendo tensa; el gobierno continúa negociando un nuevo decreto con los grupos indígenas y la imposibilidad de llegar a un consenso probablemente conducirá a una nueva ola de protestas. Los sindicatos amenazan con huelgas, obligando a Moreno a eliminar una reforma laboral, vinculada de manera crítica al programa de tres años del FMI. Por ahora parece que el Fondo continuará apoyando a Moreno, quien necesita realizar un ajuste fiscal en un contexto con pocas posibilidades de maniobra. Si el programa del FMI fracasa, Moreno tendría dificultades para terminar su mandato, abriéndose la posibilidad de elecciones anticipadas con el consecuente chance de que un candidato apoyado por Correa gane las siguientes elecciones.
En Bolivia, Evo Morales fue reelegido por un cuarto mandato. Las protestas estallaron en todo el país inmediatamente después. Los primeros resultados apuntaban a una segunda vuelta, pero después de un alto imprevisto de un día en el conteo, las cosas cambiaron para favorecer la victoria de Morales, lo que condujo a acusaciones de fraude. Morales cuenta con una base de apoyo importante, un sólido crecimiento económico y un legado de inclusión social. Pero incluso si las protestas desaparecieran, las tensiones políticas internas se exacerban en un momento en que el gobierno enfrentará una perspectiva económica desafiante. Y por primera vez, en más de una década, Morales no contará con una mayoría constitucional en el Congreso.
Indonesia. Las protestas lideradas por estudiantes que estallaron en todo el país, durante el último mes, fueron desencadenadas por la aprobación en el Parlamento saliente de una ley que debilita la autonomía y los poderes de un respetado organismo anticorrupción (KPK). La insensible respuesta inicial del presidente Joko Widodo (Jokowi), incrementó las protestas, que rápidamente se transformaron en un conjunto más amplio de quejas. Las protestas se redujeron después de que Jokowi revirtió algunas de las medidas, como los planes para aligerar las penas de prisión para los políticos condenados por corrupción, pero se resiste a los llamados a revocar completamente las revisiones de la ley KPK. Eso probablemente traerá de vuelta cierta inestabilidad social.
En España, las enormes y últimas protestas fueron consecuencia de una decisión de la Corte Suprema española de imponer penas de prisión a los líderes del movimiento secesionista catalán (el apoyo a la secesión ahora sondea alrededor del 45%). Los disturbios seguramente continuarán, ya que los grupos radicales en Cataluña se están organizando, lo que sugiere que la coalición postelectoral sea un desafío desalentador.
Todas estas protestas, incluyendo las de Hong Kong, Haití y Líbano tienen tres elementos en común: gobiernos corruptos, ineficientes e inequidad social. El reto al que nos enfrentamos es enorme. Autoritarios y demagogos dominan la acción a través de la intimidación, subyugando el pensamiento al despertar la psicología de mafias. Como escribió Thomas Mann: “Este desprecio a la razón pura, la negación y la violación de la verdad a favor del poder y los intereses del estado, la apelación a los instintos inferiores, la liberación de la estupidez y el mal en contraste con de disciplina la razón y la inteligencia”. Poseen un “tipo de desprecio que lucha por degradar y corromper a la humanidad a fin de obligar al pueblo a hacer su voluntad”. Sin embargo, Mann tiene confianza en la victoria final de la democracia porque confía en la capacidad de esta para renovarse, “dejar de lado el hábito de darse por sentado”. Renovación significa reformase. Mann pide una reforma económica y política que, citando a un diputado francés, “creará una verdadera jerarquía de valores, pondrá el dinero al servicio de la producción, la producción al servicio de la humanidad y la humanidad misma al servicio de un ideal que de sentido a la vida”.