“…Y ahora, ¿qué hacemos con este caos planetario?
¿Seguir como antes? ¿O romper con los dogmas neoliberales
que nos han llevado a descuidar las necesidades prioritarias de la población,
empezando por la sanidad?
Le Monde Diplomatique
Hay un notable agotamiento de los sentimientos solidarios de amplios sectores de la población mundial; los temores derivados de la expansión del Covid-19, han provocado reacciones agresivas y un retorno al individualismo extremo. Los esfuerzos de organizaciones sociales, fundaciones altruistas y de notables filántropos que, en muchas ocasiones disfrutan de los reflectores de la opinión pública, han sido insuficientes, pues existe una marcada tendencia a la “supervivencia personal y familiar”, olvidando un sentido de comunión entre los integrantes de una sociedad contradictoria y cada vez más conflictiva.
Hoy lo “colectivo” se torna peligroso; lo “masivo” es sinónimo de contagio y el “aislamiento social voluntario” se convierte en la mejor alternativa para evitar caer en la batalla que está ganando el coronavirus.
En el caso de México, el 1° de junio se inicia el camino hacia la “nueva normalidad”, pero lo hacemos en una etapa peligrosamente ascendente de contagios y de muertes por el Covid-19; tal parece que se da prioridad a una hipotética reactivación económica, a costa de un crecimiento exponencial de contagios y decesos.
En el fondo, nos invade una “crisis existencial colectiva”, que tiene múltiples expresiones y que hace que las personas polaricen su objetivo; o se lucha por sobrevivir a toda costa o el “chingue a su madre (…) si me voy a contagiar pues que sea en corto y si me lleva la chingada, pues ya ni modo (…) si para nacer morimos”.
Las ideas de la ilustración del siglo XVIII que postulaban el “bien común” como máxima de la lucha social y política, hoy día se desvanecen; se fortalecen las posturas supremacistas y se enarbola el esfuerzo individual como la única alternativa no sólo para seguir viviendo, sino para ser dominante.
Esta crisis existencial colectiva, nos impide tomar conciencia plena de lo que estamos haciendo como “género humano”; más aún, ya se nos olvidó su significado profundo y nos pone en claro que, en muchos sentidos, dejamos de ser los “seres inteligentes” que tanto pregonaban las teorías evolucionistas del siglo XIX.
Si miramos de cerca, ya no es un asunto sólo de ideologías o concepciones políticas, es una problemática mucho más profunda que nos remite a concepciones filosóficas y antropológicas; se trata de nuestra percepción hoy día de lo que es el “género humano”.
“…Es un proceso de construcción cultural, social e histórica, a través del cual se configuran las relaciones entre hombres y mujeres en relación con todo un sistema social, definiendo patrones, símbolos, representaciones y valores…” (EcuRed 2020)
En esta lógica, estamos en plena crisis de los patrones de socialización como premisa del “bien común” y en el ascenso del individualismo como única garantía de prevalecer con vida.
Sin embargo, esta crisis existencial colectiva de múltiples expresiones en el mundo, la debemos enfocar como un tópico central en la “Nueva Agenda Estratégica Mundial”; como algo que tenemos que atender y resolver de inmediato, pues de no hacerlo, seguiremos en la fragilidad del funcionamiento de las sociedades y prevalecerá la incertidumbre al carecer de un rumbo definido que nos identifique plenamente como “género humano”.
En lo personal, me preocupa que avance el “pesimismo antropológico” y que se profundice la “crisis existencial colectiva”. Es urgente que recuperemos una visión optimista sobre nuestro futuro como “género humano”; es necesario que mantengamos las expectativas de prosperidad y que no sea sólo como un acto de fe; sino que se derive de la suma de esfuerzos colectivos y de la identificación de objetivos claros y de largo plazo, sustentados en el bienestar de todos los que integramos la sociedad internacional.
Llegó la hora en que, como ciudadanos del mundo, nos opongamos a sistemas autoritarios y supremacistas; que rechacemos liderazgos autocráticos y/o mesiánicos y que pongamos freno a las ambiciones de personajes dantescos que ocupan las presidencias de países o de consorcios empresariales, que han demostrado carecer de criterios éticos y que postulan engañosamente sus verdades de tinte supremacista, como “ideales socialmente sustentables”.
Pero debemos tener presente que no basta con denunciar los hechos que nos devastan social, económica y emocionalmente; tenemos que reaccionar y reconstruirnos como “género humano”; como un todo humanamente sólido e integrado, que seamos capaces de organizar; dar coherencia a nuestros proyectos y disponer de todos los recursos que nos sean necesarios en nuestra reconstrucción social internacional.
Debemos partir de que el “género humano” es uno; no tiene nacionalidad, ni ataduras ideológicas o políticas; que tiene como misión lograr el bienestar colectivo y evitar las expresiones supremacistas de cualquier índole. Es nuestra tarea cohesionarnos socialmente; pensar en el bienestar colectivo y actuar en consecuencia; ser creativos y propositivos; ser resolutivos e iniciar la reconstrucción de nuestra identidad humanista que nos permita ser más tolerantes y colaborativos; evitar las pugnas derivadas del darwinismo económico y que nuestros enemigos a vencer sean la pobreza, la ignorancia, la enfermedad y la marginación.
¿Cómo darle forma e iniciar todo esto? Esa justamente es la temática que abordaremos en la próxima entrega de la “Torre de Babel”.
Fuentes Consultadas:
- Le Monde Diplomatique, “Covid-19, tras la crisis… las crisis”. Obtenido del sitio web: https://mondiplo.com/y-ahora-que-hacemos-con-este-caos-planetario.
- EcuRed, “El Género Humano”. Obtenido del sitio web: https://www.ecured.cu/El_g%C3%A9nero_humano#:~:text=El%20g%C3%A9nero%2C%20es%20el%20conjunto,a%20mujeres%20y%20a%20hombres%20de