“Ser libre no es solo deshacerse
de las cadenas propias,
sino vivir de una forma que respete
y mejore la libertad de los demás.”
Nelson Mandela
¿Cuántas y cuántos nos sentimos seguros en el México en que vivimos?
¿Cuántas y cuántos nos sentimos libres en las calles de nuestra ciudad?
¿Cuántas y cuántos confiamos en qué si algo pasa, tendremos el auxilio de las autoridades o al menos, un proceso justo que esclarezca lo acontecido?
¿Cuántas de las familias de las víctimas de feminicidios en México confían en las autoridades para lograr no dejar impune las atrocidades cometidas a sus hijas, madres, primas, hermanas?
Sin duda, lo único seguro que tenemos en esta vida, es el ciclo de esta; todo lo que nace, muere; sin embargo, la forma atroz en la que algunas mujeres mexicanas pierden la vida es algo que debiera ser prioridad para el gobierno y para nosotros como sociedad.
La lucha por los derechos humanos a lo largo de la historia siempre ha estado presente, con avances por supuesto, pero con grandes pendientes que dejan más huella que los pasos avanzados; los derechos de la mujer en este supuesto no son la excepción; a nivel mundial existen aún países en los que ninguna mujer posee un cargo público, países en los que las mujeres son asesinadas si se sospecha que pudieron cometer adulterio, niñas que pueden contraer matrimonio sin siquiera cumplir los 10 años; toda esta desigualdad sistémica que afecta a las mujeres -dejando en claro que no son el único grupo vulnerable sobre el cual se ejerce violencia o discriminación-, trae consigo un escenario perturbador que en nuestro país se ve reflejado en el asesinato de las mismas por el hecho de serlo; el feminicidio entendido como la muerte violenta de mujeres por razón de género. Tan solo, hasta el mes de julio de 2020, registrábamos un total de 566 casos en el país, lo que se traduce en un aumento de más del 9% que en el año inmediato anterior según cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública. ¿Aterrador, no lo creen?
Pero en términos más específicos, esto significa que hay 566 familias más que no tendrán la posibilidad de poder seguir conviviendo con sus hijas, nietas, madres, primas; 566 madres que no pudieron despedirse; 1132 padres y madres devastados porque alguien le arrebato la vida a sus hijas sin que ellas pudieran hacer nada; y lo más importante, se traduce en más de 69 millones de mujeres mexicanas a las que nos han arrebatado la libertad de sentirnos seguras a donde quiera que vayamos, nos han arrebatado la libertad de elegir caminar solas en la calle a cualquier hora, nos han arrebatado la libertad de decir lo que pensamos sin temor a represalias, nos han quitado nuestra libertad, y esa no hay forma de compensarla.
El pasado 21 de septiembre, se reportó un nuevo caso de feminicidio que conmocionó al país entero. Jessica había desaparecido. La ciudadanía y organizaciones feministas se movilizaron para poder dar con su paradero. Hubo marchas y manifestaciones, todos unidos para exigir a las autoridades que encontraran a Jessica, que regresara a casa, reclamando que se respetaran y garantizaran los derechos de todas nosotras. Cuatro días después, su cuerpo fue encontrado sin vida en un terreno a las afueras de la ciudad de Morelia. Todo apuntaba a que Diego U había sido el presunto homicida; el mismo es inocente hasta que no se demuestre lo contrario siguiendo su debido proceso tal como lo marca el derecho constitucional que establece la presunción de inocencia, lo cual causa mucho revuelo en redes sociales, sin embargo, si somos pro derechos de la mujer somos pro derechos humanos y este también es un derecho que hay que respetar por lo cual, debemos confiar en el actuar institucional y en que las autoridades hagan pagar al culpable por lo que hizo aunque resulte difícil confiar en ellos; también se trata de ser coherentes en nuestras luchas.
Todo lo que acontece en torno a este caso nos da una buena sacudida, nos recuerda algo que no debemos olvidar, que no hay que bajar la guardia ante una realidad que en números se ve más o menos así: de enero a julio de 2020, 2,240 mujeres fueron asesinadas mostrando un incremento de 3.1% con respecto al año anterior, de esta cifra 1,674 casos fueron homicidios dolosos y solo 566 fueron tipificados como feminicidios según datos de la fuente ya señalada anteriormente. Esto significa que, en promedio, día a día en nuestro país son asesinadas 10.5 mujeres, no me gusta reducir a estadísticas este fenómeno, pero con ello pretendo hacer consciencia de la realidad que vivimos.
Existen entidades mexicanas que aún no tipifican el feminicidio en su normativa local, lo cual trae consigo una alteración de las cifras y una posibilidad de impunidad aún más alta ante este fenómeno, sin embargo echarse la bolita entre gobierno federal y gobiernos locales no es la solución; la Secretaría de Seguridad y Protección Federal en más de una ocasión se ha pronunciado por la necesidad de generar una estrategia integral, pero solo se queda en eso, un reconocimiento de la necesidad de la cual todos estamos al tanto, pero no de acciones concretas. Es más el discurso oficial dice que todo será atendido pero que el proceso será lento porque fueron 36 años de dominio neoliberal, neoporfirista, en donde la gente no importaba. Yo me atrevo a preguntarte a ti lectora, lector, lejos de un tema partidista y de ideales políticos ¿realmente merecemos estas respuestas; merecemos un gobierno que se dedique a echar culpas y evite proponer soluciones; merecemos vivir con miedo y desconfianza?
Como ciudadana me siento decepcionada, nada cambia y pareciera todo va peor que antes y la solución se vislumbra muy lejana. Sin embargo, también me atrevo a decir que si nos apoyamos todas y todos podremos lograr la implementación de acciones afirmativas que nos ayuden a seguir avanzando de la mano de los organismos comprometidos con la lucha por nuestros derechos hacia una cultura de respeto de los mismos, no solo de las mujeres sino de los derechos de todas y todos; lograr un despertar social que si bien no logre un cambio de la noche a la mañana si permita encaminarnos hacia una sociedad más igualitaria, en donde la violencia, la discriminación, el machismo y el feminicidio no sean tolerados.
Porque como bien lo señalaba la filósofa inglesa Mary Wollstonecraft: “Yo no deseo que las mujeres tengan poder sobre los hombres, sino sobre ellas mismas”; el deseo no es que la mujer se sienta superior a nadie, lo que se persigue no es tener poder sobre otros; el objetivo claro que no es una lucha entre sexos, no se pretende polarizar lo ya polarizado; se pretende tener libertad de decidir por nosotras mismas, de ser libres en toda la extensión de la palabra y eso lo vamos a lograr, cuando todas y todos nos asumamos como iguales, cuando respetemos nuestros derechos, respetemos la libertad de los demás, nos respetemos a nosotros mismos fomentando ese mismo respeto entre todas y todos. La lucha la habremos ganado cuando el fenómeno sistémico al que nos enfrentemos sea la igualdad sustantiva y la no violencia en todas sus formas; cuando esta realidad nos duela a todos.