¿No les pasa que por todo esto de la cuarentena y la poca actividad física están engordando? Bueno, pues eso me pasa a mí. Como sin tener hambre, muero de antojo de todo y basta con que me quede quieto un rato para empezar a pensar que me podré empacar.
Pero su gordis se les acabó. Hace unos días decidí tomar las riendas sobre mi cuerpo y volver a ponerme “mamadísimo”, perdón por la vulgaridad, pero amo esa palabra y me motiva decirla más porque mi mama la odia. El caso es que como los gimnasios están cerrados me puse bastante creativo, como lo habrán leído en una de mis colaboraciones anteriores y he avanzado mucho desde aquella vez de mi tragedia con los garrafones rotos y la inundación.
Ahora salgo a correr casi todos los días por las calles de mi fraccionamiento, solo me tomo un día de descanso por semana. Me he comprometido conmigo mismo y con la promesa de recuperar mi cuerpo de antes, pero esto no me ha resultado nada sencillo pues, en estos meses, adopte la personalidad del perezoso y hasta bajar por agua me causaba incomodidad, para nada aceptable.
Es mucho más fácil hacer ejercicio en grupo y con coaches impulsándote y amigos motivándote, pero para mi buena suerte encontré compañera de proyecto, la hija de mi queridísima Yuli. Para quienes me han leído, ya saben que Yuli colabora en mi casa y de tantos años, ya es un miembro más de la familia y la quiero mucho. Pues su hija, Joce, andaba como yo, en franco proceso de engorda.
La nueva miembro de mi equipo deportivo de dos, tiene 20 años así que no es nada pequeña y, según lo dicho por ella misma, no había hecho ejercicio por años, así que su incursión conmigo ha sido difícil para ambos, pero sobre todo para ella
Cada día salimos a correr juntos pero después de digamos una calle o dos, para y empieza a caminar, eso me hace enojar y saca al dictador que llevo dentro y entonces la castigo con más ejercicios. Ustedes se preguntarán, pero eso hace que se canse más y tienen razón, pero en mi defensa, he de decir que eso ayuda tanto a su cuerpo como a su mente y evitará se rinda tan pronto como pueda. Eso lo aprendí yo por las malas en mis entrenamientos de futbol americano.
Le estoy enseñando a ponerse metas y a alcanzarlas, a definir nuevas que la impulsen aún más, pero claro que mis métodos no son de los más fáciles. Les juro que a veces la he descubierto viéndome con ojos de entre odio y futuro intento de asesinato. La pobre ha vomitado en repetidas ocasiones por el esfuerzo y la falta de práctica.
Pero para que puedan visualizarlo mejor y no me juzguen tan severamente, les voy a poner un ejemplo: imaginen que vamos corriendo, no han pasado más que como 10 minutos y de la nada se pone a caminar, me retrasa y perdemos el calentamiento; castigote de 5 lagartijas o alguna cosa pequeña para que se arrepienta; seguimos avanzando y acabamos la primera vuelta pero ella caminó la mitad, entonces la pongo a gatear una calle o a dar saltos de rana; luego por cada nuevo descanso que se toma le aumento 5 burpies. Después de correr 3 vueltas y terminar todos sus castigos, regresamos a la casa y hacemos pesas para equilibrar todo el cuerpo y ejercitar cada musculo posible. Ya podrán entender el odio que crece en su ser, pero al final es por su propio bien y lo siente porque al día siguiente ahí está puntualita para su sesión de tortura.
Lo bueno, nos estamos ejercitando en compañía; lo malo, me estoy convirtiendo en una combinación de todos mis coaches juntos; lo peor, ¡me encanta!
Así que ya saben, si alguien quiere ponerse en forma, no duden en llamarme y unírsenos para un poco de sufrimiento sano que, sin duda, los dejara en cama un buen rato, aceptamos jóvenes adultos y no tan jóvenes, porque la edad no es excusa para no ponerse MAMADÍSIMO!