El pasado 8 de julio inició la primera salida al extranjero del presidente López Obrador con rumbo a la capital de Estados Unidos con el único objetivo, hasta ahora, de reunirse con el presidente Trump para celebrar el nuevo acuerdo comercial entre México, Estados Unidos y Canadá, algo que sin duda representa un acuerdo histórico y fundamental para nuestro país, un acuerdo impulsado por el gobierno anterior y el actual, neoliberal como todo acuerdo comercial, que consolida una alianza económica además de geográfica, con resultados a mediano y largo plazo todavía desconocidos pero, seguramente, benéficos para las empresas de los tres países.
El nuevo T-MEC da un mensaje al mundo, principalmente a China y a Europa, de la unión de América del Norte, y de la posibilidad de llegar a acuerdos entre economías, regímenes políticos y culturas distintas que comparten, eso sí, grandes fronteras y problemas, pero principalmente es un manifiesto moderno de la doctrina Monroe “América para los americanos” , un deseo de mantener sus límites seguros, crecimiento económico sostenido y una mejoría tentativa para sus ciudadanos.
En este contexto hay que apuntar algunos contrastes económicos y políticos que tenemos los tres nuevos amigos: en primer lugar, recordar que la economía de México es de un tamaño poco menor del de la economía de Texas, es decir la de un estado de uno de nuestros socios comerciales, mucho menor a la economía de California y similar a la de otros estados del norte de E.U., lo que significa, en términos reales, es que el tamaño de la economía de E.U. es casi 40 veces más grande que la de México. Canadá que también nos supera en tamaño económico no presenta tantas diferencias con Estados Unidos, considerando que su principal relación es con su vecino del sur, paro tiene enormes nexos con Europa y principalmente con la Gran Bretaña, Australia y Nueva Zelanda, de alguna forma sigue siendo un protectorado inglés. Solamente vale la pena recordar, para apreciar aún más nuestras diferencias, que en California el salario mínimo es de 16 dólares la hora, mientras que en México es de 50 dólares al mes.
La visita, en principio, se justifica si se subraya el objetivo de enviar un mensaje de sociedad comercial de la región, particularmente en medio de la enorme crisis económica provocada por el Covid-19 y de cómo los tres países vislumbran un mejor futuro económico echando mano de esta importante herramienta comercial.
Políticamente López Obrador, ha dicho, fue a agradecerle a Trump su apoyo en las negociaciones de la OPEP y su apoyo por los insumos médicos enviados ante la crisis sanitaria mundial y el consecuente desabasto; aunque, desde luego que al hacerlo, le da un espaldarazo a la campaña electoral de Trump y a su búsqueda por la relección de la presidencia estadounidense. Tal vez eso fue lo pactado por los 100 mil barriles diarios que E.U. recortó para apoyar a México. Recordemos que el presidente de nuestro vecino ya ha utilizado otras artimañas, de ahí el caso Ucrania-Gate que casi le cuesta el impeachment al multimillonario, por utilizar recursos públicos a favor de su causa electoral.
Trump no quiere al presidente mexicano para poder conquistar el voto hispano de California, Texas, Arizona y Florida, se ve muy difícil que la visita cause este efecto electoral en el votante México-americano, que parece será mayoritariamente demócrata, (ellos sienten que los demócratas se preocupan más por los hispanos); tampoco lo quiere para poder dar a conocer un acuerdo migratorio que apoye a los millones de mexicanos que viven en E.U. en la incertidumbre y con miedo a ser deportados, para liberar a los niños migrantes detenidos o para reactivar el DACA que protege a medio millón de jóvenes mexicanos que han crecido en E.U., tal como lo ha pedido el Centro de estudios California-México. No, Trump quiere al presidente mexicano en D.C., para decirle a sus votantes blancos que cumplió con ellos, con los estados del norte, como Massachusetts, Michigan, Carolina del Norte, Virginia, en donde según las encuestas va perdiendo pero por solo 5 o 6 puntos y, además, son los estados que le dieron el triunfo en el 2016; él quiere decirles que los mexicanos con el nuevo T-Mec, ya no les quitarán sus trabajos en la industria automotriz, que las condiciones laborales en México serán revisadas por E.U., que las inversiones americanas en México están seguras, que México ya no hará negocios con China y que AMLO ha bajado la migración ilegal hacia Estados Unidos como lo hubiera hecho el muro físico prometido. En resumen, quiere enviar el mensaje de que, con el T-Mec, se evita el riesgo de perder la supremacía blanca, para eso lo quiere invitar a su Casa.
AMLO aprovechó la visita de cortesía para dar un mensaje de esperanza económica al país cuando se avecina una caída del 10%, una pérdida brutal de empleos y un incremento dramático de la pobreza; son pocas las medallas que puede colgarse y, sin duda, aprovechará ésta. Dará un mensaje de tranquilidad a los inversionistas americanos en México, allá no habrá dobles discursos como los que da de este lado, hará un compromiso serio con el tío rico del vecindario. Ya lo había adelantado el embajador Landou, al decir que ahorita no puede mentirle a los inversionistas sobre el posible cambio de reglas por parte del gobierno y como lo demanda la AMCHAM (American Chamber of Cmmerce ): si no hay certeza no hay inversión.
Por otro lado, el T-Mec beneficia a los estados industrializados y agrícolas mexicanos del norte y conviene dar este mansaje justo cuando habrá elecciones en 2021 en 5 de ellos: Nuevo León, Chihuahua, Baja California, Sonora y Sinaloa, es decir también hay un tema con fin electoral para este lado.
Desde luego se dirá que en el marco de las conversaciones con Trump, se tocó un posible beneficio para los migrantes mexicanos y probablemente en la agenda se logre reunir con algunos representantes de ellos en E.U., como lo ha pedido Fuerza Migrante y otras federaciones. No hacerlo sería un error y una traición para millones que ven en AMLO una esperanza. Sin embargo, seamos claros, este no es el objetivo de su visita, ni mucho menos.
Finalmente, si Trump pierde la elección del 3 de noviembre, como hasta ahora se advierte, el presidente mexicano podrá buscar a los ganadores demócratas y en su caso podrá pactar con ellos algunas cosas, pero sabe que difícilmente tendrá un amigou, como el que ahora tiene en el multimillonario, aunque este partner del presidente haya llamado bad hombres y violadores a los mexicanos y mantenga, permanentemente, un discurso racista y de odio en contra de nuestros paisanos migrantes.